Mi Hogar, 14.300 km. lejos de Casa

Andrés González Kazazian

Andrés junto a sus amigos Daron Aslanyan, Asqanaz Hambardzumyan y Sylvain Muradian, con el Monte Ararat de fondo.

Al comenzar esta experiencia, no sabía bien qué iba hacer acá,  con qué me iba a encontrar, a quiénes conocería y menos, saber que este viaje realmente cambiaría mi vida.

Antes de comenzar el viaje, creía que dos meses y medio era demasiado tiempo, pero debo confesar que siento que el viaje duró sólo un par de semanas y más que un viaje, fue vivir un sueño, un sueño del que siempre me hablaba mi abuelo y que por fin pude comprender.

Antes nunca había sido un gran fanático de Armenia, pero estar acá no tuvo comparación. Cuando caminaba por las calles de Yerevan me sentía como en casa, demasiado cómodo, como si llevara años viviendo en estas calles. Resulta increíble cómo mi abuelo fue capaz de transmitirme el amor, pasión y cariño por la Madre Patria, y que sólo una vez acá me pude dar cuenta, que sin importar lo lejos y desconocido, acá siempre había estado mi hogar. Un hogar de todos los armenios y donde los descendientes de la diáspora tenemos un compromiso innegable y que ojalá todos puedan al menos conocer.

Quizás manejen pésimo, fumen en todos lados, conversan como si estuvieran discutiendo, pero el cariño e interés con el que me preguntaban y se entusiasmaban cuando les contaba que allá lejos en Chile habían armenios, o la pasión y paciencia con que me enseñaba mi profesora de armenio, no se ve en todas partes. Si hay alguien que me demostró su cariño día a día fue la familia que me acogió durante mi estadía. Siempre preocupados de que no me faltara nada, que saliera bien abrigado a trabajar, dándome comida hasta no poder más, preocupados de que no me perdiera en la ciudad y lo más importante, es que me hicieron sentir como un miembro más de la familia. Sin duda alguna, los extrañaré, porque los aprendí a querer.

Hubo momentos alegres, otros tristes, intensos e increíbles, ningún día se pareció a otro y todos me marcaron. Hoy más que nunca puedo decir que estoy demasiado orgulloso de ser armenio.

Visita al Monasterio de Tegher, en la Provincia Aragatsotn.

Lo único malo de esto, es el día de la despedida, el ver que esta experiencia llega a su fin, tener que ver partir a grandes amigos y dejar a otros acá. Siento tristeza y nostalgia, porque esto está llegando a su fin, si de mi dependiera, haría todo lo posible para que esto nunca acabara. Me siento profundamente agradecido por haber vivido una experiencia única, que nunca olvidaré, marcando un antes y un después.

Al staff de Birthright Armenia, AVC, Civilitas y Centro Hispano, les quiero dar las gracias por todo, por haberme dado esta oportunidad, por haberme aguantado y hacer de este, el mejor viaje de mi vida. Prepárense, que el día menos pensado me tendrán de regreso.

Publicado en junio de 2011 en el blog de Birthright Armenia, programa de
intercambio voluntario que ofrece becas para ayudar a Armenia en su desarrollo.

 

No se permite realizar comentarios.