Ser armenio es una decisión absolutamente personal

Nelson Baloian Tataryan

 

Estimados compatriotas armenios, medio armenios, simpatizantes de Armenia o como quieran llamarse. Pues lo bueno de la armenidad es que no hay una definición clara de qué es ser armenio. Por lo tanto, basta con que uno quiera, para serlo. No hay una sola religión exclusiva, un sólo tipo de apellido ni menos la necesidad de poseer un pasaporte de un territorio especial. Por lo tanto, nadie tiene derecho a decir quién es o no es armenio: es una decisión absolutamente personal.

Hoy nos juntamos para celebrar un año más de la creación de un nuevo Estado armenio. Como generación, tenemos suerte de poder celebrar este hecho, pues a través de la larga historia de la nación armenia no han sido muchos los años en los cuales hemos contado con un territorio al que podemos llamar Armenia con propiedad y donde podamos cultivar sin restricciones el idioma, la música, las letras, en resumen, lo que llamamos la cultura armenia.

En efecto, recuerdo un episodio cuando estaba en clases de armenio con el legendario Medzadur Antoyan en los años 60, cuando un primo mío le dice «para qué estudiamos armenio si armenia no existe». La reacción de Mezadur fue obviamente de enojo y disgusto respondiendo que Armenia sí existe, que las tierras de Anatolia del Este son armenias y que existe también la República Socialista

Nelson Baloian en el Monumento a las Víctimas del Genocidio, cerca de Yerevan.

Soviética de Armenia. Pero mi primo tenía razón: en Anatolia del Este no había armenios y en Armenia soviética no sólo era obligación aprender ruso, sino que los mejores estudiantes ni siquiera iban a un colegio armenio pues las mejores posibilidades de educación y carrera profesional estaban en universidades y organismos en Moscú, no sin antes tener que afiliarse al partido comunista. Incluso lo que era más sagrado para los armenios, el respeto a la memoria de las víctimas del Genocidio, era visto como un acto subversivo. Sin ir más lejos, el presidente de la República Socialista Soviética de Armenia que hizo construir el maravilloso monumento al Genocidio que hoy se yergue en Yerevan, fue destituido porque el gobierno central consideró que esto era muy nacionalista, contrario a la idea de hacer de toda la Unión Soviética un solo pueblo homogéneo.

Esto cambió el año 1991 cuando en septiembre, en un plebiscito la gran mayoría de los armenios  ciudadanos de la Armenia soviética votan por separarse de la unión. Los armenios en ese entonces apoyados en una idea quizás muy ingenua creían que la independencia era la clave para el rápido desarrollo económico y social de la nación. El país estaba por ese entonces sumido en una profunda crisis causada por el desmembramiento del aparato productivo de la Union Soviética, el terremoto del 90 y la guerra con Azerbaijan por Nogorno Karabakh.

Fue poco después de esto, en 1994, cuando me tocó visitar por primera vez Armenia acompañando una delegación de Alemania. Las condiciones de vida eran durísimas. Con la central nuclear parada y con una limitada posibilidad de importar petróleo, la producción de electricidad era tan baja que solo alcanzaba para dos horas al día. Era casi imposible encontrar algún producto fabricado en Armenia misma que se vendiera en el comercio.

Descubrí una nueva ciudad

Estuve alojado en el departamento de una familia armenia en el séptimo piso de un edificio y el agua había que buscarla a una fuente a cuatro cuadras de distancia y subir los baldes cargados a pie. Me tocó además ser testigo de cómo los vecinos se ponían de acuerdo para juntar plata y comprar algo de gasolina para que el camión de la basura pudiera venir a recogerla, pues la ciudad no tenía los recursos para eso. Una vez que acompañé a buscar agua al dueño de casa, él me comenta «sa e azad angakh hayastan vijagen» (esta es la condición de Armenia libre e independiente). Mi reacción en ese momento fue de tratar de dar un tono algo más optimista diciendo «seguramente esto cambiará pronto», sin estar muy convencido de lo que decía.

Las impresiones que me dejó ese primer viaje, que eran compartidas por la mayoría de los pocos armenios de la diáspora que visitaban armenia, eran bien encontradas: por un lado la pena profunda al ver las difíciles condiciones en las que vivían mis compatriotas, la falta casi absoluta de servicios básicos, la casi no existencia de servicios básicos y ver que la única esperanza de la gente era abandonar el país. No quiero imaginar cómo fue pasar los inviernos durante esa época. Por otro lado sentir la alegría y emoción de estar en un lugar que podía llamar Armenia, ver cómo la gente me acogía como uno de los suyos sin reparos, ver en la calle gente que se parecía a tía Sona, a la tía Azniv o incluso a mis propios padres. También fue emocionante ver con mis propios ojos el Ararat, Etchmiadzin y una puesta en escena inolvidable de la Opera Anoush, pues este pueblo a pesar de los escasos recursos no escatimaba en esfuerzos para mantener viva la cultura. Al salir de la ópera, las calles de Yerevan estaban en casi total oscuridad, pero la gente colmaba las calles paseando, tomando café a la luz de velas en pequeños locales improvisados sin temor a que la asaltaran o robaran. Tuve la sensación de ser testigo de las cualidades de este pueblo que lo ha hecho sobreponerse a las circunstancias más adversas en variadas ocasiones.

Nelson junto a su tío Simón Baloian ante un Jachkar levantado en conmemoración al Genociodio, en Edjmiadzin.

Dos años más, tarde volví a visitar Armenia. Si bien el problema de la electricidad estaba parcialmente resuelto y la vida era algo más normal, persistía el problema del desempleo, falta de producción y despoblamiento por emigración. Igual debo confesar que me fascinó Armenia y el hecho de visitar este país en tiempos difíciles, que es cuando realmente se ve cómo se pone a prueba la fibra de una nación.

No fue hasta doce años después, en el 2008 que volví a Armenia, invitado por un colega armenio de Estados Unidos que conocí en una conferencia, que me invita a un evento sobre tecnologías avanzadas de la información en Armenia (ArmenTech). A ese viaje fui con mi hijo Simón.

Había oído que las cosas habían cambiado para mejor, pero nunca creí que el cambio fuera tan drástico. Empezando por llegar a un aeropuerto moderno y renovado en el cual el trámite de inmigración y recoger el equipaje tarda lo mismo que en el aeropuerto más eficiente que he conocido. El camino del aeropuerto a la ciudad iluminado con anuncios multicolores. Descubrí una nueva ciudad llena de edificios nuevos, supermercados -lo que no había visto nunca en mis viajes anteriores- llenos de productos hechos en Armenia, ofreciendo por lo menos 4 ó 5 tipos de basturmá distintos y por lo menos 5 marcas distintas de cerveza hecha en Armenia, que no tienen nada que envidiarle a las alemanas. También vi restaurantes, cafés y hoteles para todos los gustos y bolsillos.

Quisiera compartir con ustedes una anécdota muy emocionante para mí que vivi en este viaje: durante la cena de gala de la conferencia, después de que los organizadores e invitados de honor (Primer Ministro incluido) dieran los discursos de rigor, se invitó informalmente a los asistentes a decir algunas palabras. A mí me pidieron que dijera unas palabras por ser el único representante de Sudamérica. Lo único que se me ocurrió en ese momento fue decir que seguramente era el que venía de más lejos, y que era nieto de un sobreviviente del Genocidio, alguien a quien los turcos quisieran haber borrado de la faz de la tierra. Hoy día, mi hijo, bisnieto  de esa persona vuelve a una Armenia libre e independiente que renace de las cenizas. Esto significa que los turcos no lograron su objetivo de borrarnos de la faz de la tierra. Y terminé con la frase del poeta armenio Paruyr Sevag: Gang, ge menang yev ter bidi shadnank (existimos, prevaleceremos y nos multiplicaremos).

Dos años más tarde, volví a visitar Armenia con otro Simón, mi tío. Este cuarto viaje se caracterizó porque pudimos visitar una gran cantidad de lugares interesantes en relativamente poco tiempo. Lo interesante de esto, es que toda la planificación y organización del viaje, desde la contratación del transporte del aeropuerto a la ciudad, la reserva del hotel y la contratación de cada uno de los tours en que participamos lo hice desde mi casa por Internet. Y todo estuvo muy bien organizado. Yo recordaba que los únicos «servicios turísticos» que uno podía contratar en mis primeros dos viajes consistían en ubicar alguien con un auto y pagarle la bencina y algo más para que lo llevara a uno a los lugares de interés. Aprovecho de anunciar que en noviembre celebraremos el Día de la Cultura Armenia y entre otras actividades que se ha planificado, se dará una charla titulada «planificando mi viaje a Armenia», donde se informará cómo organizar tal viaje desde el el computador de la casa.

Aunque esté dando una descripción muy positiva de la evolución de Armenia en estos 21 años, tengo que completarla con el lado amargo: el problema del desempleo aún no está resuelto satisfactoriamente y muchos viven con muy poco. Esto es especialmente evidente fuera de Yerevan. Armenia es un país sin costas, con poco amigos como países limítrofes, lo que dificulta el comercio. El problema del Karabaj aún no ha sido resuelto.

Sin embargo, al parecer soy un optimista empedernido y prefiero ver el vaso medio lleno a medio vacío. Aun cuando la economía está un nivel muy bajo con respecto al potencial del país, se nota que este pueblo se esfuerza por permanecer fiel a su cultura y tradiciones. La importancia que se le da a la educación y a la cultura es mucho más que en otros países con muchos mejores índices de desarrollo. Espero no equivocarme siendo tan optimista pero lo que ha pasado en estos 18 años, desde que tuve que llevar el agua hasta el séptimo piso del edificio donde alojaba, me parece que me ha dado la razón.

Y como estamos en septiembre, quiero terminar con una frase de uno de nuestros próceres chilenos: Aún tenemos patria ciudadanos, ¡viva Armenia!

 

Discurso pronunciado por el Presidente de la Colectividad Armenia de Chile en septiembre de 2012, al conmemorarse el 21 aniversario de la Independencia de Armenia.

 

 

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