Discurso Conmemoración del Centenario del Genocidio Armenio

Por Garo Konstantinidis Lotikyan, presidente de la Colectividad Armenia de Chile

Hoy me siento honrado. Como tercera generación de descendientes del genocidio armenio, nunca pensé que me iba a tocar liderar el proceso de transformación que está ocurriendo en la Colectividad Armenia de Chile, y mucho menos, realizar una intervención en el día más importante para un armenio. Y en particular, en el centenario… ¿Cuál es la probabilidad? Y más aún, siendo tercera generación ¿cómo puedo sentir tanto compromiso?

Hace como un mes entendí que todo este esfuerzo es por lo mártires del genocidio. Pero quiénes son los mártires del genocidio? Los conozco? No necesitamos conocerlos. Así como tampoco conocí al Dede Garo, mi abuelo, pero que le dedico todo y cada uno de los esfuerzos que estamos llevando a cabo para mantener la llama viva de la armenidad en Chile y el mundo. La figura mítica de mi abuelo es el reflejo de los mártires del genocidio: intensos y consecuentes. Armenios hasta el final.3

Quiero dar las gracias especialmente al Padre Ignacio, quien nos ofreció generosamente el poder realizar esta misa en su Iglesia y al Obispo, por haber ratificado ese ofrecimiento. También quiero agradecer la presencia del Padre Eguishé Nazarian y su señora, quienes han venido desde Argentina para acompañarnos y ayudarnos en este día. Contamos también con la presencia del Presidente y una comitiva de Homenetmen, también de Argentina. Así se construye la vida comunitaria… gracias por eso…

Hoy no quiero hacer un discurso descriptivo de lo sucedido durante las matanzas que se realizaron hace ya 100 años. Tomando como base el sermón de nuestro Padre Sipan Gevorgyan del pasado 19 de abril acerca de la justicia, quiero poner en evidencia el camino que se ha recorrido y los desafíos que como descendientes aún nos quedan por enfrentar.

Desde tiempos ancestrales la justicia se ha personificada en una mujer con los ojos vendados, con una balanza en una mano y una espada en la otra. La venda en los ojos representa la objetividad, en que la justicia es, o debería ser impuesta objetivamente, sin miedo ni favoritismos, independientemente de la identidad, el dinero, el poder o debilidad; la justicia es ciega e imparcial. La balanza representa un proceso racional: demasiado peso (evidencia) en un lado de la balanza hará que el veredicto si incline por inocente o culpable. La espada es un símbolo de autoridad, con el cual se puede ejercer la justicia de manera eficaz.

Pero para que haya una justicia plena, verdadera, completa, a mi modo de ver se deben cumplir tres elementos fundamentales y sucesivos: reconocimiento, perdón y reparación.

Reconocimiento

La constante política del negacionismo por parte de Turquía, en la cual relativiza el Genocidio y lo reduce a “enfrentamientos de guerra como consecuencia de un accionar traicionero” ha sido una jugada maestra, generando un círculo virtuoso para sus aspiraciones. Este negacionismo ha generado efectos nefastos tanto en la construcción de la identidad armenia, como en el mismo pueblo turco. Amplios son los estudio en que se muestran los efectos sicosociales en las primeras y segundas generaciones de armenios cuyos padre o abuelos fueron víctimas del genocidio. Nuestras exigencias no deben ser contra el pueblo turco, el cual es analfabeto producto de esta política, sino hacia el Estado Turco.

Hoy todavía enfrentamos el cinismo de países como Estados Unidos y el Reino Unido, que no utilizan el término genocidio para referirse a estos hechos. Todos podemos intuir los motivos. El Presidente de Alemania Joachim Gauck, describió por primera vez como un “genocidio” la masacre de 1,5 millones de armenios y Angela Merkel lo ha respaldado, aunque advierte que ello puede perjudicar el proceso de reconciliación entre Turquía y Armenia. Pero no existe reconciliación sin justicia, y la verdad sin eufemismos es imprescindible para lograrla.

Pero tanto Turquía como sus cómplices están presenciando una cuenta regresiva. Estamos viviendo un momento histórico excepcional.

Desde 1950 a la fecha, los países y territorios que han reconocido oficialmente el genocidio armenio son (en orden alfabético): Argentina, Bélgica, Bolivia, Canadá, Chile, Chipre, Eslovaquia, Francia, Grecia, Italia, Líbano, Lituania, Holanda, Polonia, Rusia, Suecia, Suiza, Uruguay, Vaticano y Venezuela. También las regiones de Escocia, Irlanda del Norte y Gales, País Vasco y Cataluña, Ontario y Quebec, Australia Meridional y Nueva Gales del Sur, Crimea, Ceará y São Paulo han reconocido la existencia del genocidio.

Cuarenta y dos estados de los EE. UU. han reconocido oficialmente y de forma abierta el genocidio armenio.

El día martes de la semana pasada la Cámara de Diputados de Chile ratifica el apoyo otorgado por el Senado en 2007, apoyando casi por unanimidad una resolución por la cual solidariza con la nación armenia condenando el genocidio de su pueblo iniciado en 1915.

En Turquía desde hace varios años que centenares de personas se reúnen en la plaza céntrica de Taksim en Estambul para conmemorar el Día del Genocidio Armenio con un creciente sector de la sociedad civil turca pidiendo revisar la versión oficial.

El Papa Francisco, en la misa concelebrada con Su Santidad Karekin II el pasado 12 de abril señaló con fuerza “La primera, la que generalmente es considerada como el primer genocidio del siglo XX, golpeó a vuestro pueblo armenio, primera nación cristiana, junto a sirios católicos y ortodoxos, asirios, caldeos y griegos. Fueron asesinados obispos, sacerdotes, religiosos, mujeres, hombres, ancianos y hasta niños y enfermos indefensos».

Turquía convocó a consulta al nuncio papal en Ankara y anunció medidas contra el Vaticano. El presidente turco declaró “cuando los religiosos hacen de historiadores, no dicen verdades, dicen estupideces”. El Papa no dudó en ratificar sus dichos: “Es necesario recordarlos, es más, es obligatorio recordarlos, porque donde se pierde la memoria quiere decir que el mal mantiene aún la herida abierta. Esconder o negar el mal es como dejar que una herida siga sangrando sin curarla”.

La palabra “genocidio” correlaciona en un 80% con la palabra “armenios” en Google. También hay el doble de búsquedas de la palabra “armenia” en Google que el año pasado y “armenia” se menciona una vez por minuto en la red. “Genocidio armenio” es buscado 8 veces más que al año pasado y se realiza una mención cada 32 segundos. Ayer el hashtag “le pido perdón a los armenios (escrito en turco)” fue trending topic en Twitter a nivel mundial. Estamos viviendo un momento histórico excepcional.

Perdón

El reconocimiento es el primer paso, sin duda. Pero a continuación es necesario el arrepentimiento para luego dar paso al perdón.

De hecho el reconocimiento aumenta las posibilidades de ser perdonado. Como dos caras de una misma moneda. Pedir perdón y perdonar. Es un proceso de sanación mutua: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

El que solicita el perdón lo hace para sacar de sus hombros el peso de la vergüenza. El perdonante, por otra parte, no «hace justicia» con su concesión del perdón, sino que renuncia a la justicia al renunciar a la venganza, o al justo castigo o compensación, en aras de intereses superiores. El perdón no debe confundirse con el olvido de la ofensa recibida. Quien la olvida no perdona, pues no adopta una decisión de perdonar.

Reparación

La reparación es el último de los elementos constituyentes de la justicia, pero quizás el primero por el cual ésta tarda en llegar. El genocidio es un crimen de tales proporciones que aún 100 años más tarde es difícil de comprender. La mayoría de su destrucción no puede resarcirse: muertes multitudinarias, generaciones perdidas, violación de la propiedad. Reversibles o no, eso es un tema más bien político.

Lo relevante es que se estima que el costo total del genocidio armenio es de unos 3000 billones de dólares norteamericanos, lo que incluye lo solicitado en la Conferencia de Paz de Paris de 1919 y daños posteriores, como: Privación de acceso a tierras ancestrales por 100 años; Interferencias con el mantenimiento del legado cultural; efectos colaterales provenientes del atraso en la justicia y negación de los crímenes; enajenación indebida de la propiedad privada; heridas, interrupción de la vida en familiar; discriminación, opresión y persecución; no ingresos por recursos naturales, bloqueo de una salida al mar, etc.

De todos estos costos se prorratean las responsabilidades por país de la siguiente manera: Turquía (50%), Alemania (16%), los Kurdos (8%), Rusia (6%), Inglaterra (5%), Estados Unidos (5%), Francia (5%), el ex Imperio Austro-Húngaro (2%), Italia (1%), Israel (0,5%).

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